Siete ideas, siete artistas, siete provincias

Como ocurre casi siempre, en esta vida las ocasiones se presentan de mil formas insospechadas y así, la comunicación electrónica ha brindado la oportunidad de que artistas residentes en lugares muy alejados de nuestra geografía, a través de un foro de pintores hayan entablado una sincera amistad e intercambiado experiencias artísticas que han repercutido favorablemente en su respectivo quehacer diario. Además se plantearon la posibilidad de aunar sus esfuerzos y parte de sus creaciones, para presentar una exposición en nuestra amada “Terra Meiga”, tarea que se concreta en el hotel Talaso Atlántico en Oia, donde podremos admirar sus obras, en una muestra colectiva que recoge pintura y escultura bajo el algo dilatado pero muy expresivo título de: “Siete ideas, siete artistas, siete provincias”.

efecto, se trata de diferentes formas de ver y pintar, dibujar y esculpir, de manera que, pese a ser completamente diferentes, tanto en sus respectivas ideas sugeridoras como en sus procesos creativos conforman, sin embargo, un conjunto armonioso y agradable en el que, incluso, se podría estudiar un cierto espíritu evolutivo de transformación inspiradora del conjunto, sin que ello deba ni pueda representar predominio de forma alguna sobre las restantes. Por eso mismo, la reseña que se presenta a continuación se ha planteado con un orden de exposición que tan sólo responde a la alternancia de las tres féminas y los cuatro varones, autores de lo que ahora se nos presenta ante nuestros ojos.

En el sentido expuesto, podríamos comenzar por la labor creadora de nuestro artista gallego Basilio González, el más novel de los siete que integran el grupo, quien nos ofrece una interesante muestra de dibujos que cabe diferenciar en dos apartados: por un lado, una colección de rostros humanos en los que una lograda adecuación de la línea muestra la personalidad del modelo y le añade la interpretación subjetiva del dibujante, de manera que invitan al observador al juego de descifrar la intención del artista, unas veces sensible, otras rotundo y severo, etc. Su colección se completa con una tierna muestra de animales domésticos, unos con brillante definición y otros, muy interesantes, en los que una cierta ausencia de trazos realza la expresión y el efecto.

Isabel Romero nos ofrece un dominio notable en el manejo de los acrílicos y una fuente de inspiración que nos transporta a su Cádiz actual y a otro de épocas pretéritas, invadido de reminiscencias y perfumes árabes, en el que la figura desaparece para centrarse en la metafísica de una geometría que, tiempo atrás, constituyó la base decorativa de grandes obras arquitectónicas, interpretadas, ahora, de forma moderna y sugerente que se superpone a las imágenes del presente para subrayar ese pasado lejano pero latente a través de los tiempos.

Un joven artista leonés, Juan Antonio Cuenca, nos muestra una variada propuesta artística en la que combina pintura y escultura, producto de su primera etapa de investigación de ideas y técnicas, en la búsqueda de una concreción que le está llevando a un estilo gestual en los trazos y una constante búsqueda del movimiento. Así, la obra que presenta en esta exposición colectiva nos ofrece: por un lado, pintura realizada in situ en la que plasma, de manera espontánea, paisajes de diferentes puntos del norte de España; en tanto que su escultura nos muestra un punto de partida entre el ser humano y su acción sobre la naturaleza, utilizando como principal elemento la madera, con una pulida terminación tallada y también reciclada y puesta en escena tal y como fue encontrada.

El comentario pasa a la obra de Pilar Arranz que, cansada de esa agobiante ciudad que, según ella, es Madrid, se trasladó a una pequeña localidad próxima, que le depara la oportunidad de contemplar la sierra todos los días del año, al tiempo que también le ofrece interesantes paisajes urbanos. De todo ello ha seleccionado lo reseñado en último lugar, pero interpretado con una visión que tiende hacia la abstracción, plasmado todo ello con técnicas mixtas basadas en óleo y acrílicos, en los que emplea fuertes contrastes de color, al tiempo que potencia los volúmenes con la adición -sin abusos- de algunos materiales complementarios, de manera que el propio paisaje se adivina más que se contempla y deja al observador la labor de completar subjetivamente la imagen contemplada.

Luis Serrano pertenece a esa joven generación que, partiendo de la disciplina del dibujo, ha madurado convirtiéndose en un artista multidisciplinar y ha transformado sus trabajos en pequeñas muestras de talento, con una especial sensibilidad para su temática, descartando aquello que afea o estorba para que no pierda con el tratamiento pictórico. Sus obras contienen, a partes iguales, la inquietud propia de la juventud como una madurez forjada sobre una carrera prolífica comenzada desde muy temprana edad. Sobresale en su obra el dibujo, donde es minucioso, y el óleo, donde también se encuentra especialmente cómodo, pero sin desmerecer cualquier técnica que asume con ilusión, ni cualquier soporte o expresión, como podemos apreciar en su colección de maquetas.

Encontramos ahora los óleos fielmente realistas de Remedios Fortes, quien desde Málaga nos inunda con aromas de naranjo y limonero, de exuberantes patios que contrastan con la sequedad de un bosque y, resulta inevitable, con el antepasado árabe de severo rostro cuya mirada penetra en el observador para trasmitirle, quizás, la esencia de un código oculto, no escrito, que se hace eterno a través de los tiempos y las generaciones, por encima de los estragos que hoy día nos provocan las inevitables tendencias modernistas.

“Last but no least” que dirían los ingleses, es decir, en último lugar pero no el último en importancia, que los siete deberán ser considerados por igual y solo diferenciados por el gusto personal de cada visitante, tenemos a Vicente Jiménez que nos obsequia con dos manifestaciones distintas. La obra pictórica se puede encuadrar dentro del género de la pintura figurativa y pese a ser minucioso en la representación de ciertas formas, el color y la luz, no se limita a mostrar aquello que se presenta en estado puro ante el artista, ya que sus pinturas encierran mensajes de su mundo interior aparentemente ocultos a una primera mirada, aunque los títulos constituyen la pista fundamental para localizarlos. En lo que se refiere a sus esculturas, desde el inicio escapó del espíritu del realismo que le perseguía para encontrar una nueva forma muy personal de expresión y, más tarde, una experiencia vital le descubrió el signo que, desde entonces viene marcando su obra. Él mismo nos ha facilitado el camino de la correcta interpretación al descubrirnos que el “cubo”, representación del “Todo” diferenciado pero junto a la “parte” conforma una simbiosis que da sentido a las dos realidades: el Todo contiene a la parte que, a su vez, es diferente aunque comparta su naturaleza.

Una vez expuesta esta breve nota de presentación de la exposición y sus artistas creadores, sólo resta que seamos capaces de distraer un poco de tiempo de nuestras ocupaciones habituales, para plantearnos y completar una visita a esta muestra que ahora se nos ofrece y que, sin duda, enriquecerá y añadirá criterios estéticos a nuestras inquietudes personales.

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